Estoy en el fondo de un lago seco. Pero estoy a gusto. Aunque más que un lago parece un embalse, con toda su superficie cubierta por un plástico negro. Pero a pesar de esta felicidad virtual que siento, sé que debo salir de aquí. Pero, como debe saber todo aquel que haya tratado con embalses, salir de ellos puede ser muy complicado. Y más aun cuando, pese a estar vacíos, comienza a llover aceite de motor convirtiendo el plástico en una estúpida broma de cámara oculta. En estos casos, es aconsejable no ponerse nervioso, observar todo lo que nos rodea, buscar cualquier saliente o vía de escape, ya sean cuerdas o así y, una vez conseguido esto, y sin dudar un momento, salir al exterior como un puto loco y comenzar a andar hasta que te encuentres el próximo pantano seco y putrefacto al que caer de nuevo. Pero, mientras tanto, no hay que olvidarse de leer revistas y folletines, ver la tele y emborracharse de mala manera. Por que, a lo mejor, en una de esas orgías de bilis y pacharán, te encuentras a alguna alma de cántaro igual que tu, que te ayude a salir del embalse, y que acceda a compartir contigo el humo de un canuto.
Eso a lo mejor pasa. Mientras, esperaré en el fondo del embalse, con este sol criminal que está cayendo, a ver si alguien me acerca una cervecita y me ayuda a salir. Si no, me sentaré pacientemente, pero con tics en la cara, a que regrese la musa.
Eso a lo mejor pasa. Mientras, esperaré en el fondo del embalse, con este sol criminal que está cayendo, a ver si alguien me acerca una cervecita y me ayuda a salir. Si no, me sentaré pacientemente, pero con tics en la cara, a que regrese la musa.
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