Me dirigía tranquilamente al corredor de la muerte cuando me encontré a Grace Slick. Nada más verme, me dio a chupar un cartoncillo que tenía en la mano, y en seguida empecé a sentirme mejor. En seguida me acordé de las maravillas de Alicia.
Cuando mis pupilas se acostumbraron a la luz, Grace me cogió de la mano y comenzamos a andar. A cada paso, el suelo se hundía bajo mis pies como si fuera una cama elástica, me hundía y ascendía impulsado, un efecto muy curioso sin duda.
Al rato de caminar, tuvimos que detenernos porque un grupo de hormigas tritón nos cortaba el paso.
La hormiga tritón con la voz más estentórea se alzó sobre sus patas traseras y nos dijo:
- Si queréis pasar tendréis que responderme a dos preguntas.
Grace le contestó en un perfecto catalán:
- Estic d’acord
Primera pregunta:
- ¿Cuántos dientes tienen los machos de perro dálmata?
Yo me quedé patidifuso, Grace contestó:
- Els mateixos que les femelles.
Correcto, dijo la hormiga. Siguiente pregunta:
- ¿Es aconsejable conducir después de haber ingerido comidas pesadas?
a) Si, siempre
b) No, nunca
c) Después de digerirla, si
Yo, de patidifuso, pasé a estar anonadado. Grace contestó un poco malhumorada:
- ¿Em pots fer la pregunta en català?
La hormiga tritón negó rotundamente, a lo que Grace contestó obsequiándole con un excelente escupitajo multicolor que seccionó la aorta de la hormiga, matándola en el acto. El resto de hormigas tritón, al ver la escena que allí se estaba desarrollando, comenzaron a abandonarse al pánico y la desesperación para acabar saltando todas a un embalse cercano.
Grace y yo continuamos nuestro paseo cogidos de la mano y tirándonos el humo de los porros a la cara. La gente que nos veía pasar se reía, pero nosotros nos reíamos más fuerte, como compitiendo con ellos. Al final, todo el que intentaba retarnos a carcajadas tenía que huir llorando desconsolado.
Cuando nos empezó a doler el pecho de tanto reír y de tanto fumar, nos dirigimos a un parking cercano. En ese aparcamiento, según me había dicho Grace, los Beatles habían dejado aparcado el submarino amarillo ese que tenían. Me dijo que teníamos que robárselo, así que me agaché, le saqué el bombín e intenté hacerle un puente. Cuando el motor comenzó a sonar fue como una avalancha. Grace Slick desapareció sin dejar rastro, yo me precipité por un barranco hecho de galletas de surtido Cuétara amontonadas. Cuando llegué al final de precipicio, me quedé encajado en un tubo de calidoscopio, con los pies hacia arriba, de manera que podía ver perfectamente las formas que en su interior se formaban.
Y en esa posición me quedé, las cinco horas siguientes, encajado en un tubo de calidoscopio, escuchando cantar a Lucía, que estaba en el cielo con diamantes.
Cuando mis pupilas se acostumbraron a la luz, Grace me cogió de la mano y comenzamos a andar. A cada paso, el suelo se hundía bajo mis pies como si fuera una cama elástica, me hundía y ascendía impulsado, un efecto muy curioso sin duda.
Al rato de caminar, tuvimos que detenernos porque un grupo de hormigas tritón nos cortaba el paso.
La hormiga tritón con la voz más estentórea se alzó sobre sus patas traseras y nos dijo:
- Si queréis pasar tendréis que responderme a dos preguntas.
Grace le contestó en un perfecto catalán:
- Estic d’acord
Primera pregunta:
- ¿Cuántos dientes tienen los machos de perro dálmata?
Yo me quedé patidifuso, Grace contestó:
- Els mateixos que les femelles.
Correcto, dijo la hormiga. Siguiente pregunta:
- ¿Es aconsejable conducir después de haber ingerido comidas pesadas?
a) Si, siempre
b) No, nunca
c) Después de digerirla, si
Yo, de patidifuso, pasé a estar anonadado. Grace contestó un poco malhumorada:
- ¿Em pots fer la pregunta en català?
La hormiga tritón negó rotundamente, a lo que Grace contestó obsequiándole con un excelente escupitajo multicolor que seccionó la aorta de la hormiga, matándola en el acto. El resto de hormigas tritón, al ver la escena que allí se estaba desarrollando, comenzaron a abandonarse al pánico y la desesperación para acabar saltando todas a un embalse cercano.
Grace y yo continuamos nuestro paseo cogidos de la mano y tirándonos el humo de los porros a la cara. La gente que nos veía pasar se reía, pero nosotros nos reíamos más fuerte, como compitiendo con ellos. Al final, todo el que intentaba retarnos a carcajadas tenía que huir llorando desconsolado.
Cuando nos empezó a doler el pecho de tanto reír y de tanto fumar, nos dirigimos a un parking cercano. En ese aparcamiento, según me había dicho Grace, los Beatles habían dejado aparcado el submarino amarillo ese que tenían. Me dijo que teníamos que robárselo, así que me agaché, le saqué el bombín e intenté hacerle un puente. Cuando el motor comenzó a sonar fue como una avalancha. Grace Slick desapareció sin dejar rastro, yo me precipité por un barranco hecho de galletas de surtido Cuétara amontonadas. Cuando llegué al final de precipicio, me quedé encajado en un tubo de calidoscopio, con los pies hacia arriba, de manera que podía ver perfectamente las formas que en su interior se formaban.
Y en esa posición me quedé, las cinco horas siguientes, encajado en un tubo de calidoscopio, escuchando cantar a Lucía, que estaba en el cielo con diamantes.
1 comentario:
Sigues siendo el rey del surrealismo psicotropico. Sigue asi chaval, y escribe cabron, que esta entrada ya tiene meses! un saludo camarada!
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