martes, 23 de septiembre de 2008

Lombrices Carson e Hijos

Grendell Isaias Carson. Hijo de Wyatt Zacarías Carson, y nieto de dios sabe quien, nació un 20 de febrero dentro de una palangana enrrobinada. Al nacer él, su madre murió estrangulada con el cordón umbilical. Tristemente, la pila del agua estaba detrás de la parturienta, y la inepta comadrona, amante de Pedro Ximénez, se puso a lavar a la criatura sin cortarle el cordón; además, se puso a dar vueltas con el niño en alto porque el agua que la desafortunada progenitora derramó y el melocotón alcohólico que llevaba la hicieron resbalarse y tambalearse varias veces, de manera que el cordón se enredó en el cuello de la madre de Grendell y feneció por falta de aire.
Grendell creció sin el cariño materno y con el rencor de su padre, que le odiaba por la muerte de su madre y porque Grendell desarrolló barba mucho antes que él, a los seis años ya tenía pelo en el 78% de la cara, y tupido como el pubis de la más bella congoleña, mientras que a su padre le llamaban tegucigalpa, porque a los 43 años era lampiño cual manzana.
Wyatt, el padre de Grendell, detestaba la barba de su hijo, que a los 8 años tenía que ir al estanco a comprarle tabaco a su progenitor, ya que a éste no le vendían. Todos sus amigos le recomendaban que no se cuidase tanto la cara, que dejase de echarse todas esas cremas que venden por la tele, pero Wyatt no hacía caso a nadie, y sin barba, y con el cutis tan fino, todo el mundo le tomaba por menor de edad o por afeminado.
Wyatt Zacarías, padre de Grendell Isaías, con toda su envidia y su mala fe, cogió un 15 de abril las tijeras de esquilar y afeitó muy suciamente la cuidada barba talibán que se estaba dejando su hijo, que en ese momento tenía diez años de edad y más pelos en los huevos que su padre.
Grendell se disgustó mucho con tamaña afrenta, tenía diez años y más vello en la cara que Fidel Castro, pero no era gilipollas. Así que decidió vengarse, pero era tan cobarde que no sabía cómo hacerlo sin cagarse luego en los pantalones. Por lo que decidió encomendar su alma vengativa al santo más elegante del calendario, Monseñor Escribá de Balaguer. Grendell rezó afanosamente al santo para que castigara a su padre por afeitar su barba tan suciamente.
Monseñor Escribá, en los cielos, en los pozos ciegos, o allí donde esté, decidió concederle a Grendell la petición que con tanta insistencia le demandaba. Algunas viejas decrépitas hablan de que cada oración que hacen los humanos para los santos es como un pellizco en los huevos de las divinidades, para las santas son pellizcos en los pezones. La mayoría de ídolos divinos tienen ya los huevos destrozados, por lo que no conceden milagros desde hace cien o doscientos años, y con las santas ídem de lo mismo, que tienen que llevar sujetadores de esos con el centro recortado, como las reciémparidas. A Monseñor Escribá de Balaguer no le pasaba ésto ya que era un santo relativamente joven, y como sólo condede milagros a las putas viejas ricas y a los gordos que fuman puros se mantiene en forma. Grendell, con cierto dinero generado por varios criaderos de lombrices propiedad de la familia Carson, y con una barba envidiable, atrajo la atención de Balaguer y consiguió el milagro del que se componía su venganza.
Desde aquel día, Wyatt Zacarías Carson, padre de Grendell Isaías Carson, sólo hace el amor con mujeres con cola. Azarosamente, por intervención divina o, a veces, sin ella, Wyatt siempre acababa con travestis basileños. Pese a su homofobia hereditaria, Wyatt conocía a una chica, intimaba con ella y, cuando llegaba a la entrepierna, se encontraba un polizón. Después de varias decenas de percances, todos con histriónicos y pomposos travelos brasileños, Wyatt decidió primero tocar la ingle y después hablar, cosa que sólo hizo que lo detuvieran tres o cuatro veces por acoso sexual.
En la actualidad, Wyatt Zacarías Carson es el presidente de la primera asociación de asexuales voluntarios de Canadá. Grendell Isaías Carson, su hijo, engordó tanto y le salió tanto pelo por todo el cuerpo que ahora lo utilizan para limpiar chimeneas industriales.
No se hablan desde hace más de treinta años.

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