Me gustaría ser bicho. No pensar, actuar. Ser independiente de todo, salvo del instinto; instinto que te guía y te marca las pautas, unas pautas sencillas. Me gustaría ser una bestia salvaje, egoísta sin querer, preocupado solo por llenar el estómago y por dejar descendencia.
Dicen que el león es el rey de la selva por ser el que más largo tiene el pelo, pero en la selva no existe rey. En la selva hay República. La república de los instintos, de las pasiones sin trascendencia, del amor sin sentimientos, del amor sin amor (joder que bonito). El hombre necesita entretenerse siempre; sino está leyendo está viendo la tele, y si no está haciendo gimnasia se está fumando un porro. En el reino animal el entretenimiento es aburrido. En el reino animal no se ve el Gran Hermano, se duerme hasta que se agotan las horas del día. Y solo hay movimiento cuando el instinto se manifiesta. El hombre, mientras el instinto no se muestra, debe tener la cabeza ocupada en asuntos banales, debe posicionarse dentro de una ideología o religión, que va a condicionar su forma de vivir y de pensar.
En el reino animal no existen dogmas, solo reina la ley de la cadena alimentaria, manda el que más grandes tiene los dientes. Al hombre le pasaba algo parecido hace miles de años, siempre ha perdurado la civilización más fuerte, la que aplastó a la pequeña. Con el tiempo, esto se perdió.
Cuenta una leyenda el porqué de este fenómeno; hace miles de años (no se cuantos exactamente) la raza humana campaba salvaje por toda la superficie terrestre, como los animales de ahora pero sin gente que toque los huevos. Pues bien, un buen día llegó a la tierra, procedente de lo que en la actualidad llamamos luna, un ser asqueroso de metro veinte de estatura, con mocasines amarillos y casco de moto de chupachups, pero era un casco enorme, ya que su cabeza no media menos de un metro de diámetro. La criatura venía desde la luna en una derbi senda de color verde alien el depósito, las llantas y los guardabarros; la careta, las chapas de detrás y el colín eran de un color blanco perla que deslumbraba.
El pequeño ser se aburría, y comenzó a dar vueltas por el planeta con la moto, dejando un olor insoportable de castrol y emitiendo un ruido bastante desagradable. Continuó haciendo esto durante días, recorrió todo el mundo (aun no se habían separado los continentes, estamos hablando del precámbrico, o el paleozoico, o qué se yo...)
Un buen día, un homo habilis que moraba por allí se llevó un susto de muerte cuando esa estúpida criatura pasó zumbando con su moto por al lado suyo. El homo habilis enfurecido le gritó -¡hijo de puta!- Cuando se hubo dado cuenta de lo que había hecho, no dejó de repetirlo; hijoputa, hijode puta, hijo deputa, joputa… Fue a decírselo a todo su clan, ese día no se oía otra cosa en la zona que no fuera hijo de puta. Días después, una pareja de homo sapiens que pasaba se topó con uno homo habilis que, a su encuentro, pronunció las palabras mágicas. El homo sapiens que sabía lo que era una puta, y lo que suponía ser hijo de ella le abrió la cabeza con una piedra al homo habilis. Desde entonces, el hombre nunca ha dejado de enfrentarse con sus congéneres, por eso, la expresión hijo de puta se utiliza en la actualidad en disputas de cualquier tipo.
Dicen que el león es el rey de la selva por ser el que más largo tiene el pelo, pero en la selva no existe rey. En la selva hay República. La república de los instintos, de las pasiones sin trascendencia, del amor sin sentimientos, del amor sin amor (joder que bonito). El hombre necesita entretenerse siempre; sino está leyendo está viendo la tele, y si no está haciendo gimnasia se está fumando un porro. En el reino animal el entretenimiento es aburrido. En el reino animal no se ve el Gran Hermano, se duerme hasta que se agotan las horas del día. Y solo hay movimiento cuando el instinto se manifiesta. El hombre, mientras el instinto no se muestra, debe tener la cabeza ocupada en asuntos banales, debe posicionarse dentro de una ideología o religión, que va a condicionar su forma de vivir y de pensar.
En el reino animal no existen dogmas, solo reina la ley de la cadena alimentaria, manda el que más grandes tiene los dientes. Al hombre le pasaba algo parecido hace miles de años, siempre ha perdurado la civilización más fuerte, la que aplastó a la pequeña. Con el tiempo, esto se perdió.
Cuenta una leyenda el porqué de este fenómeno; hace miles de años (no se cuantos exactamente) la raza humana campaba salvaje por toda la superficie terrestre, como los animales de ahora pero sin gente que toque los huevos. Pues bien, un buen día llegó a la tierra, procedente de lo que en la actualidad llamamos luna, un ser asqueroso de metro veinte de estatura, con mocasines amarillos y casco de moto de chupachups, pero era un casco enorme, ya que su cabeza no media menos de un metro de diámetro. La criatura venía desde la luna en una derbi senda de color verde alien el depósito, las llantas y los guardabarros; la careta, las chapas de detrás y el colín eran de un color blanco perla que deslumbraba.
El pequeño ser se aburría, y comenzó a dar vueltas por el planeta con la moto, dejando un olor insoportable de castrol y emitiendo un ruido bastante desagradable. Continuó haciendo esto durante días, recorrió todo el mundo (aun no se habían separado los continentes, estamos hablando del precámbrico, o el paleozoico, o qué se yo...)
Un buen día, un homo habilis que moraba por allí se llevó un susto de muerte cuando esa estúpida criatura pasó zumbando con su moto por al lado suyo. El homo habilis enfurecido le gritó -¡hijo de puta!- Cuando se hubo dado cuenta de lo que había hecho, no dejó de repetirlo; hijoputa, hijode puta, hijo deputa, joputa… Fue a decírselo a todo su clan, ese día no se oía otra cosa en la zona que no fuera hijo de puta. Días después, una pareja de homo sapiens que pasaba se topó con uno homo habilis que, a su encuentro, pronunció las palabras mágicas. El homo sapiens que sabía lo que era una puta, y lo que suponía ser hijo de ella le abrió la cabeza con una piedra al homo habilis. Desde entonces, el hombre nunca ha dejado de enfrentarse con sus congéneres, por eso, la expresión hijo de puta se utiliza en la actualidad en disputas de cualquier tipo.
2 comentarios:
Mira q pensaba q nada podría ya sorpenderme después de que un gran día me hicieran pasar al quirófano a presenciar (porque,claro!solo t dejan mirar) un ENDEREZAMIENTO DE PENE!!. Entonces un buen día conocí a cierto personaje que se pasa las horas de sus fines de semana en una tasca. Si, si, alli estaba él, con su cervecita (cuando no se la traía él del Kebbap..jajaja) y tuvo la suerte de conocerme a MI..y yo a él(claro!) y así fue como comenzó...los agobios de los examenes de junio, luego los de septiembre y, aqui estamos, lo hemos superado todo y he tenído la oportunidad de conocer sus obras. Eres un fuera de serie escribiendo. Acuerdate de mi cuando t hagas famoso,vale?.Cuidate!
110011001110011...al ser digital esto es lo que veo cuando leo tus relatos. Mi mente los procesa y se convierten en letras con mucho sentido, salidas todas de tu desbordante imaginacion.Siempre que me paso por aqui disfruto un rato de tus paranoyas mentales...Espero que sigas creando sin parar. Algún día aprenderás también el código murciano...y podrás escribir con códigos que sólo unos pocos privilegiados sabemos dominar, pero para eso aun queda mucho. Intercambiamos conocimientos, tu me enseñas a aprovechar la imaginación y yo a dominar el código.
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